MENOS ES MÁS

MENOS ES MÁS

En estos tiempos de cuidado excesivo necesitamos entender las herramientas necesarias para el cuidado de nuestra piel. Como dijo Coco Chanel, icono de la moda y pionera en romper con la opulencia y las tendencias poco prácticas de la época, “Menos es más”, concepto que resume a la perfección los principios de la cosmética minimalista de Thaïs Camila.

 

¿Qué entendemos por skincare?

  El concepto de skincare que tan familiar nos resulta a día de hoy comenzó a surgir en 2012 de la mano de tutoriales de belleza que ofrecían trucos de maquillaje, hasta llegar a un público más masificado en 2021, año en el que experimentó un enorme crecimiento debido a la pandemia. Aunque ya en los años 60 se comenzaba a hablar de rutinas de cuidado para la piel, no ha sido hasta la actualidad que este concepto se ha extendido progresivamente hasta formar parte de nuestro vocabulario habitual.


  A día de hoy, hemos normalizado el bombardeo mediático de youtubers, influencers y personajes públicos --como Rosalía, Kim Kardashian, Jennifer López o Ricky Martin-- que hablan de la forma en la que debemos de cuidar nuestra piel, incorporando a nuestro día a día rutinas de hasta más de diez pasos en las que se pasan por alto las necesidades reales de nuestra barrera cutánea, desoyendo las señas que ésta nos da y combatiendo los efectos indeseados de productos agresivos con más productos para contrarrestar esos daños adversos.


  No es extraño que nuestra balda del baño se haya poblado de productos como limpiadores matificantes, tónicos, selladores de poros, bases, prebases, cremas antiarrugas, iluminadoras o despigmentantes, mascarillas, exfoliantes y demás artillería dedicada a combatir las imperfecciones que va experimentando nuestra piel a medida que envejece. Sin embargo, es cada vez más habitual --especialmente en la última década-- que condiciones como la sensibilización química, las alergias cutáneas, las rojeces o el picor afecten cada vez a mayor parte de la población. Mientras padecemos estos y otros desagradables efectos, continuamos buscando la forma de solucionarlos sin modificar nuestra forma de actuar ante ellos: tratamos los granitos producidos por la irritación con productos desecantes, aplicamos jabones y limpiadores agresivos que destruyen la capa lipídica protectora de la piel, y después tratamos de recuperarla aplicando cosméticos que centran su acción en la modificación de la microbiota de una piel ya dañada.

 

 Pero el bombardeo continúa, y las marcas se abren paso para introducir en nuestras rutinas sus productos milagrosos, que prometen cambios visibles en un tiempo récord a base de una composición, en muchas ocasiones, excesiva y repleta de principios que no tienen en cuenta las necesidades reales de nuestra piel. Si un exfoliante nos resulta excesivamente abrasivo, compramos otro que promete no serlo, alternamos su uso o incluso pasamos a versiones más comprometedoras como son los exfoliantes químicos, entre los que han ganado fama los AHA (alfa hidroxiácidos) y BHA (beta hidroxiácidos) en lugar de plantearnos una alternativa más adecuada para una piel ya sensibilizada por un skincare inadecuado para nosotros.

 

¿Qué riesgos entraña?

 Siguiendo las directrices más recientes de los profesionales dedicados al mantenimiento de la salud de la piel, esta conducta no sólo debilita las normales funciones de nuestra barrera cutánea, sino que acaba afectando a su capacidad de regeneración y autoprotección, además de volverla dependiente de sustancias que resultan nocivas para su restitución, generando con ello una adicción a los productos cosméticos. Eminencias en el campo de la dermatología, como Héctor Fuenzalida, Sonia Khorana, Tamia Harris-Tryon o Ana Molina coinciden unánimemente en cómo ha de ser un skincare adecuado: con sólo tres pasos, lo que debemos hacer es limpiar la piel, protegerla del sol, e hidratarla para sellar la pérdida de agua de la epidermis. Todo lo demás es un mero adorno que puede resultar contraproducente para nuestra salud.

 Prueba de ello es el testimonio de Laura Read, una influencer de belleza que comenzó a experimentar erupciones en la piel a medida que las diferentes empresas de cosméticos le daban a probar sus productos, con lo que obtuvo “una frente llena de bultos, milia alrededor de los ojos y eccema en las mejillas”. Todos estos síntomas mejoraron en cuanto redujo su rutina a un limpiador y un hidratante, afirma Laura. No resulta arriesgado llegar a la misma conclusión que ella: existía una estrecha relación entre el abuso de productos inadecuados, aunque fueran de muy alta gama, y los problemas que estaba experimentando, fruto de una piel desequilibrada por una aplicación excesiva de químicos innecesarios.

 

El skincare alternativo: “Menos es más

 Es por ello que, desde Thaïs Camila, queremos promover un cuidado adecuado que respete la microbiota de la piel, prescindiendo de ingredientes irritantes que alteren el normal funcionamiento de la barrera cutánea, esa capa protectora que nos separa de los agentes externos y no es tan absorbente como creemos, pero sí más delicada de lo que pensamos. Siguiendo la famosa cita de Coco Chanel, “MENOS ES MÁS” es un concepto que resume a la perfección nuestra filosofía cosmética: el único skincare válido es aquel que respeta nuestra piel, la protege, y colabora a recuperar el normal funcionamiento de una microbiota debilitada, y qué mejor garantía que la de una gama de productos que ostentan el mínimo impacto ambiental según la Unión Europea.

 

 El mejor cuidado para conseguir una piel más sana es dejar que se recupere, incurriendo al mínimo en los tratamientos concretos que haya que aplicar en aquellos casos en los que se padezca una enfermedad cutánea, y evitando caer en skincares interminables que, en el mejor de los casos, sólo nos vuelven dependientes de productos con efecto a corto plazo.


 

6 de agosto de 2024